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domingo, 25 de octubre de 2020

Palabras diarias de Dios | Fragmento 66 | "La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III"

Palabras diarias de Dios | Fragmento 66 | "La obra de Dios, el carácter de Dios y Dios mismo III"

“Pero Yo os digo que en este lugar hay uno que es más grande que este templo. Pero si vosotros hubierais sabido lo que esto significa, Yo recibiría misericordia y no sacrificio, vosotros no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del Hombre es el Señor aún en el día de reposo” (Mateo 12:6-8). ¿A qué se refiere “templo” aquí? Por decirlo de un modo sencillo, “templo” alude a un edificio magnífico, alto, y en la Era de la Ley, era un lugar donde los sacerdotes adoraban a Dios. Cuando el Señor Jesús declaró “en este lugar hay uno que es más grande que este templo”, ¿a quién se refería ese “uno”? Claramente, se trata del Señor Jesús en la carne, porque sólo Él era mayor que el templo. ¿Qué transmiten esas palabras a las personas? Les indica que salgan del templo; Dios ya lo había abandonado y no obraba más allí, así que las personas deberían buscar las huellas de Dios fuera de él y seguirlas en Su nueva obra. El trasfondo de esta afirmación del Señor Jesús es que bajo la ley, los seres humanos habían llegado a considerar el templo como algo mayor que Dios mismo. Es decir, las personas adoraban el templo en lugar de a Dios, así que el Señor Jesús les advierte que no adoren a los ídolos, sino a Dios porque Él es supremo. Por consiguiente, Él dijo: “Yo recibiría misericordia y no sacrificio”. Es evidente que, a los ojos del Señor Jesús, la mayoría de las personas que estaban bajo la ley ya no adoraban a Jehová, sino que llevaban a cabo el proceso del sacrificio, y determinó que esto era adorar a los ídolos. Estos adoradores de ídolos veían el templo como algo mayor y más elevado que Dios. En sus corazones sólo figuraba el templo, Dios no; si lo perdían, con él perdían también su morada. Sin él no tenían donde adorar y no podrían llevar a cabo sus sacrificios. Su pretendida morada era donde ellos operaban bajo el estandarte de la adoración a Jehová Dios, algo que les permitía permanecer en el templo y llevar a cabo sus propios negocios. Los pretendidos sacrificios que realizaban eran sólo para efectuar sus propios tratos personales y vergonzosos bajo el disfraz de cumplir con su servicio en el templo. Por esta razón, las personas de aquella época consideraban que el templo era mayor que Dios, porque lo usaban como tapadera, y los sacrificios como pretexto para engañar a otros y a Dios; el Señor Jesús declaró esto para advertir a las personas. Si se aplican estas palabras al presente, siguen siendo igual de válidas y pertinentes. Aunque las personas de hoy han experimentado una obra de Dios distinta a la de quienes vivieron en la Era de la Ley, la esencia de su naturaleza es la misma. En el contexto de la obra hoy, las personas seguirán haciendo las mismas cosas como “el templo es mayor que Dios”. Por ejemplo, los seres humanos consideran que cumplir con su deber es su trabajo; que dar testimonio de Dios y luchar contra el gran dragón rojo como movimientos políticos en la defensa de los derechos humanos, por la democracia y la libertad; voltean su deber para utilizar sus aptitudes en profesiones, pero tratan el temer a Dios y apartarse del mal como un mero pedazo de doctrina religiosa a observar, y así sucesivamente. ¿No son estas expresiones de los seres humanos básicamente las mismas que “el templo es mayor que Dios”? Sólo que hace dos mil años, las personas llevaban a cabo sus negocios personales en el templo físico, pero actualmente los realizan en templos intangibles. Los que valoran las normas las consideran mayores que Dios; quienes aman el estatus lo ven mayor que Dios; los que aman su profesión la consideran mayor que Dios, etc.; todas sus expresiones me llevan a afirmar: “Las personas alaban a Dios como el más grande por medio de sus palabras, pero a través de sus ojos todo es mayor que Él”. Esto se debe a que tan pronto como las personas encuentran una oportunidad a lo largo de su camino de seguir a Dios para exhibir sus propios talentos, o para llevar a cabo sus propios asuntos o su profesión, se distancian de Dios y se echan en brazos de la profesión que aman. En cuanto a lo que Dios les ha confiado y Su voluntad, hace tiempo ya que lo han descartado. En este escenario, ¿qué es distinto respecto a estas personas y las que llevaban a cabo su propio negocio en el templo, hace dos mil años? 
Extracto de “La Palabra manifestada en carne”

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