El hombre entiende un poco de la obra de hoy y de la del futuro, pero no comprende el destino al que entrará la humanidad. Como criatura, debería realizar el deber de una criatura: el hombre debería seguir a Dios en todo lo que Él hace, y vosotros deberíais proceder en cualquier forma que Yo os digo que lo hagáis. No tienes forma de tomar las disposiciones por ti mismo, y eres incapaz de controlarte; todo debe quedar a la misericordia de Dios y todo está controlado por Sus manos. Si Su obra le proveyera al hombre un fin, un destino maravilloso antes de tiempo, y si Dios usara esto para incitar al hombre y hacer que este lo siguiera —si hiciera un trato con el ser humano—, esto no sería una conquista ni tampoco la obra de la vida del hombre. Si Dios tuviera que usar el fin para controlar al hombre y ganar su corazón, en esto no estaría perfeccionando al ser humano ni tampoco lograría ganarlo, sino que estaría usando el destino para controlarlo. Nada le preocupa al hombre más que el fin futuro, el destino final y si se puede esperar algo bueno o no. Si se le diera una hermosa esperanza durante la obra de conquista y si, antes de esta se le otorgara un destino adecuado que perseguir, no sólo dicha conquista del hombre no alcanzaría su efecto, sino que el efecto de la obra de conquista también se vería afectado. Es decir, que la obra de conquista consigue su efecto eliminando el sino y las perspectivas del hombre y juzgando y castigando su carácter rebelde. No se logra estableciendo un pacto con el hombre, a saber, dándole bendiciones y gracias, sino mediante la revelación de su lealtad una vez se le ha despojado de su libertad y sus perspectivas han sido erradicadas. Esta es la esencia de la obra de conquista. Si se le proporcionara al hombre una hermosa esperanza desde el principio, y la obra de castigo y juicio se realizará después, el ser humano aceptaría lo segundo basándose en las perspectivas que tiene y, al final, la obediencia y adoración incondicionales del Creador por parte de todas Sus criaturas no se realizaría; sólo habría una obediencia ciega e ignorante, o el hombre le presentaría ciegas exigencias a Dios y, así, sería imposible conquistar por completo su corazón. Por consiguiente, semejante obra de conquista sería incapaz de ganar al hombre y además de dar testimonio de Dios. Tales criaturas no podrían llevar a cabo su deber, y sólo cerraría un trato con Dios; esto no sería conquista, sino misericordia y bendición. El mayor problema del hombre es que sólo piensa en su destino y sus perspectivas, que los idolatra. El hombre busca a Dios por el bien de estas cosas; no le adora porque le ame. Por tanto, en la conquista del hombre, el egoísmo y la avaricia de este, así como las cosas que más obstruyen su adoración a Dios deben ser eliminados. Al hacerlo se conseguirán los efectos de la conquista del hombre. Como resultado, en los albores de esta es necesario purgar, en primer lugar, las ambiciones salvajes y las debilidades más dolorosas del ser humano y, a través de esto, revelar el amor del hombre hacia Dios y cambiar su conocimiento de la vida humana, su opinión de Dios y el significado de su existencia. De esta forma, el amor del hombre por Dios se purifica, y esto significa que su corazón está conquistado. Sin embargo, en Su actitud hacia todas las criaturas, Dios no sólo conquista por la conquista en sí, sino que lo hace para ganar al hombre, por el bien de Su propia gloria y con el fin de recuperar la semejanza primera y original del ser humano. Si sólo tuviera que conquistar por conquistar, se perdería la relevancia de la obra de conquista. Quiero decir que si después de conquistar al hombre, Dios se lavara las manos y ya no prestara atención a la vida o la muerte del hombre, esto no sería gestión de la humanidad ni la conquista de este sería por el bien de su salvación. Sólo ganar al hombre tras su conquista y su llegada, en última instancia, a un destino maravilloso es lo único que se halla en el corazón de toda la obra de salvación, y sólo esto puede lograr el objetivo de la salvación del hombre. En otras palabras, sólo la llegada del hombre al hermoso destino y su entrada en el reposo es la perspectiva que todas las criaturas deberían tener, y es la obra que el Creador debería hacer. Si el hombre tuviera que llevar a cabo esta obra, esta sería demasiado limitada: podría llevar al hombre a un cierto punto, pero no sería capaz de conducirlo a su destino eterno. El hombre no es capaz de decidir el destino del ser humano y, además, tampoco es capaz de asegurar la perspectiva de este ni su destino futuro. Sin embargo, la obra realizada por Dios es diferente. Como creó al hombre, lo guía; como lo salva, lo hará de manera concienzuda y lo ganará por completo; como dirige al hombre, lo llevará al destino adecuado; y como creó al hombre y lo gestiona, debe asumir la responsabilidad por el sino y la perspectiva del ser humano. Esta es, precisamente, la obra realizada por el Creador. Aunque la obra de conquista se alcanza purgando al hombre de su perspectiva, es este en última instancia al que se lleva al destino adecuado que Dios preparó para él. Precisamente porque Dios obra al hombre que este tiene un destino y que su sino está asegurado. Aquí, el destino adecuado al que se alude no son las esperanzas y la perspectiva del hombre purgados en tiempos pasados; ambas cosas son diferentes. Aquello que el hombre espera y busca son los anhelos de su búsqueda de los extravagantes deseos de la carne y no del destino que se le debe. Lo que Dios ha preparado para el hombre, mientras tanto, son las bendiciones y las promesas que se le deben a este una vez ha sido purificado, y que Dios preparó para él después de crear al mundo; estas no están manchadas por la elección, los conceptos, la imaginación o la carne del hombre. Este destino no está preparado para una persona en particular, sino que es el lugar de reposo de toda la humanidad. Por tanto, este destino es el más adecuado para ella.
Extracto de “La Palabra manifestada en carne”
LA ESENCIA DE LA OBRA DE CONQUISTA
I
El mayor problema del hombre es que sólo piensa en su propio destino idealizando sus perspectivas, buscando a Dios por esta razón. No adoran a Dios por el amor que le tienen. Por eso el egoísmo y la avaricia, todo lo que se interponga a la adoración debe eliminarse. Y alcanzarán los efectos de la conquista del hombre. La obra de conquista consigue sus efectos despojando al hombre de su destino y perspectivas, juzgando y corrigiendo el carácter rebelde del hombre, sin negociar con él ni colmándolo de bendiciones y gracia, privándolo más bien de sus libertades y perspectivas para revelar su lealtad. La obra de conquista así es.
II
En las primeras conquistas del hombre, purgar es crucial las locas ambiciones y debilidades del hombre, y por medio de esto, revelar el amor a Dios del hombre, cambiar su visión de la vida, de Dios y de la existencia. Así se purifica el amor del hombre a Dios, se conquista realmente el corazón del hombre. Oh, la obra de conquista consigue sus efectos despojando al hombre de su destino y perspectivas, juzgando y corrigiendo el carácter rebelde del hombre, sin negociar con él ni colmándolo de bendiciones y gracia, privándolo más bien de sus libertades y perspectivas para revelar su lealtad. La obra de conquista así es.
III
Pero por Su actitud con Sus criaturas, Dios no conquista por conquistar, sino para rescatar a los hombres para gloria de Él, para recuperar la imagen original del hombre. Oh, la obra de conquista consigue sus efectos despojando al hombre de su destino y perspectivas, juzgando y corrigiendo el carácter rebelde del hombre, sin negociar con él ni colmándolo de bendiciones y gracia, privándolo más bien de sus libertades y perspectivas para revelar su lealtad. La obra de conquista así es.
De “Seguir al Cordero y cantar nuevos cánticos”
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