Tras ser elegida líder de la iglesia, la protagonista de Después de que me remplazaron se embarca en su deber con entusiasmo y, poco a poco, la obra de la iglesia comienza a dar fruto. Pronto empieza a sentirse muy satisfecha consigo misma, a lucirse en las reuniones y en comunión y a tratar de que los demás la admiren. Incluso denigra a los colaboradores y se encumbra a sí misma. Acaban cesándola del deber porque persigue la reputación y el estatus con gran determinación, ha perdido la obra del Espíritu Santo y no sabe hacer ningún trabajo práctico. Cuando pierde el puesto, se sume en un sufrimiento y una refinación enormes. Al someterse al juicio y castigo de las palabras de Dios, le queda clara la esencia de la búsqueda de reputación y estatus y consigue entender qué es una senda próspera de fe. ¿Qué más aprende y de qué otro modo se transforma después de su cese? Lo verás en Después de que me remplazaron.
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