Xiaoping
Este es un tiempo en el que las personas se preocupan mucho por el atractivo físico y por un cuerpo bonito. Con una cara bonita y una figura esbelta, yo hacía que la gente volteara a verme independientemente del tipo de ropa que vistiera.
Las personas de mi alrededor me alababan con frecuencia y envidiaban que tuviera una gran figura y un bello rostro. Mi marido también era muy atento conmigo. Gracias a ello, me sentía muy segura. Fuera a donde fuera, siempre caminaba con la cabeza alta y la espalda recta. Me exhibía para recibir las alabanzas de los demás. En mi corazón, creía: si una mujer tiene una figura agraciada y una cara bonita, podría reescribir su propia vida.
Sin embargo, inesperadamente, después de mi primer hijo, empecé a engordar. Poco a poco, dejé de gustarle a mi marido. Me decía que tenía barriga y piernas gordas. Algunas personas también se burlaban sarcásticamente de mí, diciéndome que engordaba incluso cuando bebía agua y que estaba fuera de forma. Al escuchar estas palabras, me sentía especialmente horrible. Mi cara quemaba como si me hubieran abofeteado. Cuando solía salir, las personas alababan mi belleza, pero ahora todos me ridiculizaban. Era como si hubiera caído del cielo al infierno. El drástico contraste dañó gravemente mi orgullo y sentí mucho dolor en mi interior. Una vez, fui a comprar con mi marido y estaba comprándole pantalones en unos grandes almacenes. Dos dependientas cuchichearon detrás de mí: “Ese chico es tan joven y guapo. ¿Cómo es que anda con esa mujer tan gorda?”. Cuando oí sus críticas, me enfadé tanto que tiré los pantalones sobre el mostrador, me di la vuelta y me marché. No pude detener las lágrimas. Pensé: “En estos días, las personas sólo valoran una cara bonita y una buena figura. Si una mujer no tiene un rostro hermoso y una figura esbelta, no hay forma de que pueda mantenerse en la sociedad”. Así que tomé una decisión: cuando deje de amamantar a mi hijo, trataré de adelgazar. ¡Haré que esas personas que se ríen de mí, me tengan envidia y celos! Más adelante, un amigo mío me dijo: “Mira que rechoncha te has puesto. Actualmente, muchos hombres tienen una amante joven. Si sigues engordando y no adelgazas, ¿qué harás si un día tu marido te es infiel y se busca una amante?”. Cuando oía cosas como esta, me abatía más en mi interior y tenía una fuerte sensación de peligro. Pensaba: “Cuando mi figura no había cambiado, mi marido obedecía todo lo que yo decía. Después de engordar, empecé a dejar de gustarle. Si sucede lo que dice mi amigo, sería terrible. No puedo permitir que ocurra algo así”. Me sentía muy nerviosa. En esos días, incluso soñaba que mi marido huía con otra mujer. Esto me hacía sentir aún más la urgencia de adelgazar. Cuando dejé de darle el pecho a mi hijo, busqué métodos para adelgazar en poco tiempo a través de conocidos e internet. Consulté incluso a expertos en adelgazamiento que me dijeron: “Si quieres una figura esbelta, tienes que pagar el precio. Una mujer casada como tú necesita cuidar su peso de manera particular. Sigues siendo joven. Si quieres adelgazar cuando ya seas mayor, va a ser demasiado tarde. Tu figura es tu confianza. Sólo podrás apoderarte del corazón de tu marido cuando tu figura sea mejor”. ¡El experto tenía razón! Sólo cuando tiene una figura perfecta puede una mujer tener total confianza y restaurar su imagen en la mente de los demás. Así pues, empecé a poner en práctica, sin dudarlo, mis propios planes de adelgazamiento, buscando “recetas secretas” para perder peso.
Una vez, mi hermana menor me dijo que su vecino había tomado unas pastillas para adelgazar y que había perdido unos 15 kilogramos en un mes. Me entusiasmé al oír eso e hice que mi hermana se informara y me comprara algunas cajas. Mi hermana me dijo: “Hermana, toda medicina tiene sus efectos secundarios. Esta los tiene sin duda. Ten cuidado”. Cuando oí eso, me preocupé un poco. Tuve miedo de que hubiera algunos efectos secundarios que fueran a hacerle daño a mi cuerpo, pero entonces pensé: “Cuando mi figura era buena, mi marido y todas las personas a mi alrededor me alababan y me tenían envidia. Sin embargo, después de que mi figura se deteriorara, todo lo que me he encontrado es sarcasmo, bromas y humillación. Hay mucha diferencia entre ambas cosas. Simplemente dejaré a un lado la precaución. No me importa si tomar esta medicina es peligroso para mi cuerpo, mientras me haga adelgazar, nada es más importante. Así pues, empecé a tomar pastillas para adelgazar. Normalmente, tendría que haberme tomado una pastilla al día, pero aumenté la dosis para lograr un resultado más rápido. Debido al efecto estimulante de las pastillas, sólo podía dormir unas dos o tres horas por noche. Sentía la cabeza hinchada, me dolían los ojos y empecé a tener palpitaciones. También dejé de ingerir comidas apropiadas cada día y sólo comía diversas frutas y verduras que pueden eliminar la grasa, como el pepino, el tomate y la sandía. Comía nada más fideos, sin ningún condimento, dos veces al mes. Como me faltaban la nutrición y el sueño, me aturdí un poco. Sin embargo, sentía que podía tolerar eso si a cambio podía recuperar mi figura esbelta de antes. La determinación llevaría al éxito. Después de algún tiempo, todos los días, me probaba un bonito vestido que una amiga me había regalado. Al principio, sólo podía metérmelo por la cabeza; pero, después de un mes, finalmente pude ponérmelo con facilidad. Estaba feliz en el patio admirándome, cuando de pronto sólo vi oscuridad y me desmayé. Mi marido lo supo y me dijo enojado: “¡Estás tirando tu vida por la borda con tal de estar bonita!”. Pero ignoré sus palabras. Pasara lo que pasara, estaba adelgazando en ese momento. No sufrí en vano el mes anterior. Más adelante, me ponía vestidos bonitos a propósito y salía a la calle. Quería que todas esas personas que se habían burlado de mí por mi peso, vieran mi esbelta figura. Cuando mis vecinos me vieron, efectivamente, se sorprendieron: “¡Guau! ¿Cómo adelgazaste tan rápidamente? ¡Tu pérdida de peso ha sido realmente un éxito!”. De nuevo, me miraban con envidia y celos. En ese tiempo, mi marido no decía cosas sarcásticas como antes y su actitud conmigo mejoró. Incluso me sonreía y me decía: “¡De verdad, te ves mejor cuando estás delgada!”. Al escuchar esas palabras, mi vanidad quedó satisfecha una vez más. Mi deseo de perder peso se hizo todavía más fuerte. Me volví adicta, como si consumiera drogas y, aunque lo hubiera intentado, no habría podido detenerme. Seguía pensando que mi figura no era lo suficientemente perfecta, así que compré otra caja de pastillas para adelgazar. Sin embargo, nunca habría imaginado que, una vez que hubiera alcanzado la figura que quería, el sufrimiento se haría presente.
Una mañana, al despertar, descubrí que tenía muchos puntos rojos en el cuerpo, incluso en el cuero cabelludo y las orejas. Pedí inmediatamente a mi madre que me acompañara al hospital para una exploración. El doctor dijo que yo tenía psoriasis, una enfermedad cutánea muy persistente. No podía curarse del todo, sino que sólo podía controlarse con ayuda de la medicina. El problema fue que, con la dieta, mi sistema inmune se debilitó y eso provocó que no pudiera eliminar las toxinas de mi cuerpo, por lo que permanecían en mi torrente sanguíneo. Nunca hubiera imaginado que, mientras trataba de tener una buena figura, contraería una enfermedad cutánea, la cual iba a hacer que todos se alejaran de mí. Era un precio demasiado elevado. Más adelante, aparecieron manchas rojizas que me provocaban mucha comezón de la cabeza a los pies. Mi marido me despreciaba y también se mantenía a cierta distancia. Además, no me atrevía a salir de la casa y tenía miedo de que se rieran de mí. Me sentía muy angustiada interiormente. Lloraba todos los días. Quise adelgazar para exhibir mi cuerpo, pero ahora, no sólo no podía exhibirlo, sino que tenía un problema más. Otras personas podían llevar camisas y pantalones cortos, pero yo tenía que cubrirme toda para ocultar las manchas que tenía por todo el cuerpo. Estaba muy arrepentida, pero así eran las cosas y no había forma de volver atrás. Lo único que podía hacer era buscar por todas partes doctores que curaran mi piel. Sin embargo, la medicina sólo podía controlar la enfermedad por un tiempo, pero no curar su causa. Lo que me afligía aún más era que los medicamentos para adelgazar crean dependencia: como dejé de tomar pastillas para adelgazar a causa de mi enfermedad, subí otra vez de peso. El escarnio de las personas así como la frialdad y el desagrado de mi familia hicieron que me sintiera muy angustiada e incluso tuve pensamientos suicidas. Siempre había buscado una figura perfecta y querido cambiar mi propio destino a través del adelgazamiento, pero, no sólo no perdí peso, sino que incluso contraje esta enfermedad y traje grandes perjuicios sobre mí. En particular, veía que algunas personas a mi alrededor tenían insomnio, enfermedades cardíacas o anorexia por adelgazar. Otras incluso llegaron al cáncer de estómago y pagaron con su vida. Todo ello me hizo sentirme perdida: ¿Para qué hice todo esto?, ¿simplemente para que las personas me alabaran?, ¿merece la pena dañar mi cuerpo hasta este punto?
Más adelante, tuve la suerte de aceptar la obra de Dios Todopoderoso de los últimos días. En una reunión, les hablé a las hermanas sobre la dieta que había hecho. Una de ellas me leyó un pasaje de las palabras de Dios Todopoderoso: “Tu temperamento, calibre, aspecto, estatura, la familia en la que naciste, tu trabajo y tu matrimonio, la totalidad de ti, incluso el color de tu pelo y tu piel, y el momento de tu nacimiento fueron todos dispuestos por Mis manos. Incluso las cosas que haces y las personas que conoces todos los días están arregladas por Mis manos, por no mencionar el hecho de que traerte a Mi presencia hoy es en realidad Mi arreglo. No te entregues al desorden; debes proceder con calma” (“La Palabra manifestada en carne”). La hermana comunicó: “Todas las cosas son predestinadas por Dios, incluyendo la clase de matrimonio y la familia que tenemos, qué aspecto y color de piel tenemos, cuándo estamos gordos y cuándo delgados. No es algo que cualquier persona o cosa pueda cambiar. Todo lo que Dios nos da es lo mejor, todo tiene sentido, pero no somos capaces de obedecer la soberanía y predestinación de Dios y siempre sentimos que nada de lo que Dios concede concuerda con nuestra voluntad. Siempre queremos buscar la perfección, oponernos a la soberanía de Dios y cambiar todo lo que Dios nos ha dado. Por eso nos hacemos daño y nos provocamos tanto dolor. Ve a aquel miembro o a aquel otro de mi unidad de trabajo. En busca de la belleza, aquella echó a perder sus nervios cuando se sometió a una cirugía labial y quedó con la boca torcida. Otras, con el fin de perder peso, fueron a hacerse una liposucción y murieron mientras se la hacían. La razón por la que estas personas se han encontrado con tales desastres es porque que no entienden la autoridad y soberanía de Dios. Esta es la amarga consecuencia de su vano intento por cambiar su destino con sus propias fuerzas”.
A través de las palabras de Dios y la comunicación de la hermana, supe que el tipo de matrimonio, familia, aspecto y figura que tengo está todo en las manos de Dios. Dios ya lo ha dispuesto. No es algo que yo pueda cambiar cuando quiera. Sin embargo, como no tenía entendimiento de la soberanía de Dios, intentaba cambiar mi propio destino por medio del adelgazamiento. Como consecuencia, gasté mucho dinero y sufrí muchas dificultades, pero al final, no sólo no cambié mi destino, sino que contraje una enfermedad cutánea persistente y la sufrí cada día… ¡Soy verdaderamente demasiado necia e ignorante! Más adelante, participé en la vida de iglesia con los hermanos y hermanas, cantando himnos de alabanza a Dios, hablando sobre las palabras de Dios y compartiendo nuestras propias experiencias y testimonios respectivos. En mi relación con ellos, vi que esos hermanos y hermanas visten de forma muy simple. No buscan el atractivo físico o una buena figura. Aceptan y se someten a todo lo que Dios les ha dado y viven relajados y despreocupados. Se ayudan y apoyan entre sí, y tratan a todos de manera justa. No tratan a alguien de forma distinta a causa de su aspecto o figura. Eso me consoló y liberó. También me di cuenta de que ya no podía confiar en el adelgazamiento para cambiar mi propio destino. Toda la vida de cada persona está en las manos de Dios y debo someterme a la soberanía y los arreglos de Dios.
Más adelante, vi estas palabras de Dios: “Es como si alguien te dijera: ‘Tu rostro tiene una forma maravillosa. Con sólo acortar un poco el puente de la nariz, ¡pero si te arreglas eso serás una belleza de nivel mundial!’. Para alguien que nunca ha querido hacerse una cirugía estética, ¿no se emocionaría su corazón oyendo estas palabras?(Sí.) ¿Son, pues, estas palabras seductoras? ¿Te resulta tentadora esta seducción? ¿Te pone a prueba? (Sí.) ¿Dice Dios cosas como estas? (No.) ¿Había algún indicio de esto en las palabras de Dios que acabamos de considerar? (No.) ¿Por qué? ¿Acaso dice Dios lo que piensa en Su corazón? ¿Puede el hombre ver el corazón de Dios a través de Sus palabras? (Sí.) Pero cuando la serpiente hubo dirigido estas palabras a la mujer, ¿pudiste ver su corazón? (No.) Y, a causa de la ignorancia del hombre, fueron fácilmente seducidos por las palabras de la serpiente, fácilmente enganchados, fácilmente dirigidos. Dime, ¿fuiste capaz de ver las intenciones de Satanás? ¿Pudiste ver el propósito subyacente a lo que dijo? ¿Lograste ver su trama y su astuto esquema? (No.) ¿Qué tipo de carácter representa la forma en que habla Satanás? ¿Qué tipo de esencia has visto en él a través de esas palabras? (Maldad.) El mal. ¿Es insidioso? Quizás externamente te sonríe o no revela expresión alguna. Pero en su corazón está calculando cómo conseguir su objetivo, y es precisamente este objetivo el que tú eres incapaz de ver. Entonces te seducen todas las promesas que te hace, todas las ventajas de las que habla. Las ves como algo bueno y sientes que lo que afirma es más útil, más importante que lo que Dios afirma. Cuando esto sucede, ¿no se convierte el hombre en un prisionero sumiso? (Sí.) ¿No es, pues, diabólico este medio que utiliza Satanás? Te dejas hundir muy abajo. Sin mover un solo dedo, con estas dos frases estás feliz de seguir con ello, de acatarlo. Ha conseguido su objetivo. ¿No es así? (Sí.) ¿Acaso no es siniestra esta intención? ¿Acaso no es este el rostro más primario de Satanás? (Sí.) De las palabras de Satanás el hombre puede ver sus motivos siniestros, ver su abominable rostro y ver su esencia” (‘Dios mismo, el único IV’ en “La Palabra manifestada en carne (Continuación)”). Las revelaciones en las palabras de Dios me permitieron ver que la búsqueda de una buena figura física es una trampa de Satanás. Este usaba algunas mentiras y falacias para engañarme. En apariencia, suenan muy razonables y sinceras, como si fueran por mi propio bien, de forma que sea inconscientemente engañada y controlada por ellas. Por ejemplo: “una señorita agraciada es el deseo de un caballero”, “El activo de una mujer es su figura y su cara” y “mientras tengas una buena figura, obtendrás la alabanza de las personas que te rodean y el amor de tu marido, y tu vida será más interesante”. Todo el tiempo, fui engañada por estas mentiras satánicas y ellas me llevaron por la nariz. Pensaba totalmente que sólo teniendo una buena figura podría tener sujeto el corazón de mi marido y recibir la alabanza y estima de los demás. Con el fin de satisfacer mi vanidad, para alcanzar las metas de mi propio deseo, ni siquiera dudé en usar medicamentos que dañarían mi propio cuerpo. Sin embargo, al final, lo que eso me trajo fue sólo el tormento de la enfermedad y un dolor del que no puedo liberarme. Sólo entonces me di cuenta de que, cuando las personas siguen las tendencias del mundo y viven según la carne, están sufriendo el pisoteo y la aflicción de Satanás. Al mismo tiempo, también reconocí que sólo la palabra de Dios puede permitir a las personas entender la verdad, descubrir las intenciones de los trucos de Satanás y rescatar a las personas del engaño y el daño de Satanás. Lentamente, me aparté de las mentiras de Satanás y no confié en esas pastillas y alimentos para adelgazar. Ya no me preocupaban las miradas de otras personas ni sus críticas sobre mí, ni cómo me tratara mi marido. En su lugar, creía en el destino que Dios tenía para mí y vivía según las palabras de Dios. Comía regularmente cada día y leía normalmente la palabra de Dios, buscaba la verdad y llevaba a cabo mi deber como una criatura de Dios. Sin darme cuenta, me recuperé y había pocas manchas en mi cuerpo. ¡Gracias a Dios! Sé que todo esto es el amor de Dios por mí. Dios es quien me ha llevado ante Él, me ha concedido la verdad y me ha dado discernimiento, de forma que yo ya no sea engañada por Satanás y sea capaz de vivir bajo el cuidado y la protección de Dios. Mi espíritu ha sido liberado y puesto en libertad, tengo una meta apropiada que buscar en la vida y ya no vivo con tanto dolor.
Al recordar el proceso con el que bajé de peso, este estuvo realmente lleno de dificultades y peligros. Casi pierdo la vida. De no haber sido por el cuidado y protección de Dios, y por Su salvación, yo seguiría atrapada en esa corriente malvada, buscando con obstinación una figura perfecta y siendo afligida y pisoteada por Satanás… Las palabras de Dios fueron las que me permitieron entender que todo esto fue causado por Satanás, el cual se valió de mi vanidad para confundirme, seducirme y engañarme, de forma que me hundiera más y más, y quedara atrapada en sus lazos, incapaz de escapar. Gracias a las palabras de Dios que me despertaron, ya no me preocupaba mi figura ni me importaba que los demás me juzgaran. En su lugar, sólo buscaba la verdad, vivía según la palabra de Dios y me sometía a la soberanía y los arreglos de Dios, para vivir la verdadera semejanza del hombre que Dios exige y recibir la aprobación de Dios. Sentía que vivir así era muy feliz y satisfactorio. Después de un período de tiempo, cuando mi marido vio que me estaba recuperando de mi enfermedad, que mi actitud mental estaba mejorando, que mi actitud hacia la vida se volvió positiva y optimista, y que todos los hermanos y hermanas de la iglesia eran personas buenas y honestas, ya no me trató con frialdad por mi peso y fue más bueno conmigo. Doy gracias a Dios desde el fondo de mi corazón porque Sus palabras han traído una mejora a mi vida. Ahora, mi vida está llena de felicidad. Estoy extremadamente liberada y libre cuando vivo la vida de iglesia y llevo a cabo mis deberes con los hermanos y hermanas. ¡Me doy cuenta de que únicamente entregándome en la mano de Dios y sometiéndome a la soberanía y los arreglos de Dios puedo obtener la mayor felicidad y vivir la vida más hermosa!
Fuente del artículo: Iglesia de Dios Todopoderoso
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